FLORILEGIO A LAS MADRES
Índice
Índice
Dedicatoria
Presentación
Origen de nuestra primera madre
Anunciación a la Virgen María como madre de Cristo
La madre en las civilizaciones: griega y romana
Dónde, cuándo y cómo nació el “(Día de las Madres
Lo que significa una Madre
Ese Ángel
A todas las madres del mundo
Las manos feas de una madre
Amor de madre ¡invencible!
La Madre
Madre
El retrato de una madre
Un niño abortado escribe a su mamá
La Maternidad.
Madre
La mamá más mala del mundo
La Madre “Alma fuerte”
Orgullo innato - Divina cuna
Madre a hijo
En el día de mi madre
Carta a la madre
Si tienes una madre todavía
El brindis del bohemio
Poema - El Beso
Toito te lo consiento
Canciones especiales dedicadas las
madres
A la sombra de mi madre
Madre hoy una sola
DEDICATORIA
A la memoria de mi madre
Acostumbrado a ella desde mi infancia,
aún guardo memoria del paraíso... y por ende;
Dedico esta colección de trozos literarios escogidos:
A la rosa más pura del planeta
A la imagen más bella de la tierra
Al Ángel tutelar de nuestra existencia
A aquella Mujer Madre, joven o anciana que representan la
voz de Dios.
A nuestra Madre: Manantial de amor y perdón.
A todas las Madres del mundo.
“Cómo Dios no puede estar en todas partes, puso Dios a las
Madres”
DEDICATORIA
A la memoria de mi madre
Acostumbrado a ella desde mi infancia,
aún guardo memoria del paraíso... y por ende;
Dedico esta colección de trozos literarios escogidos:
A la rosa más pura del planeta
A la imagen más bella de la tierra
Al Ángel tutelar de nuestra existencia
A aquella Mujer Madre, joven o anciana que representan la
voz de Dios.
A nuestra Madre: Manantial de amor y perdón.
A todas las Madres del mundo.
“Cómo Dios no puede estar en todas partes, puso
Dios a las Madres”
PRESENTACIÓN
Quiero de antemano dejar expresa constancia de mis
profundos agradecimientos a todas las personas que sabiendo comprender el
esfuerzo realizado, sabrán acoger éste libro con cariño; ya que en él se
trasluce todo mi entusiasmo y todos mis afanes, para brindar a ustedes, una
colección de trozos literarios escogidos y maravillosos intitulado “FLORILEGIO
A LAS MADRES", que sin ser perfecta, ofrece al lector una de las más
emotivas lecturas para llenar el vacío de los que buscan una paz y un descanso
espiritual, al evocar a su Madre ausente o al estar junto a la Autora de sus
días.
De aquella mujer Madre, que es síntesis de Amor
y Ternura.
De aquella mujer que durante los 365 días del año es:
cocinera, lavandera, planchadora, secretaria, enfermera, maestra, costurera,
profesional, economista, conductora, compañera, confesora, esposa, madre,
amante, amiga, etc.
Que aunque peyorativamente se le llama “sexo
débil", son más fuertes que los hombres; ya que pueden quedarse durante
semanas al píe de una cuna, cuando enferma el hijo; lo cual pocos esposos o
padres lo harían. Benditas son las Mujeres Madres”.
Si
falta un plato de comida en la mesa, dice que no tiene hambre.
Mujeres
Madres que soportan el sufrimiento con mayor paciencia, pueden superar a los
hombres en casi todos los terrenos, tienen mayor resistencia moral, intuición
aguda y una actitud heroica frente al dolor.
Espero
querido lector, llegar a tú corazón con éstas composiciones tan bellas y
tiernas. Y mi mayor deseo es que ésta publicación la compartas con tus hijos y
ocupe un puesto privilegiado entre tus lecturas de mayor aceptación como un
homenaje perpetuo a vuestra madre.
Gracias
El autor
Ab. Guillermo Guillen Gavilanes
ORIGEN DE NUESTRA PRIMERA MADRE
En el Génesis, libro primero de la biblia nos dice:
Había Dios creado los cielos y la tierra al influjo
de dos monosílabas había brotado la luz con todos sus encantos y se extendía
majestuosamente la inmensa cortina del firmamento.
Y se habían reunido las aguas en el dilatado espacio
de los mares.
Y a una mirada
del omnipotente se habían encendido las luminarias del cielo.
Y germinaban las plantas en el seno de la tierra.
Y pulularon
los animales.
Y apareció por fin el hombre, obra maestra de la
Suprema Sabiduría, rey de la Naturaleza, imagen del Creador.
El hombre tenía por palacio un jardín plantado por la
mano de Dios; un soplo Divino era, pues el céfiro, que acariciaba las rosas del
paraíso y besaba con suavidad la frente del primer padre Adán; crecían allí
frondosos árboles de ancha sombra dulce fruto; de allí partían en tranquilo
curso ríos, que surcaban la tierra en direcciones opuestas. El manso murmullo
de aquellos ríos era el primer ruido que turbaba el imponente silencio del
Edén.
El hombre estaba sólo.
Y dijo Dios: « No es bueno que esté el hombre sólo;
le haré ayuda como para él»
Y de un hueso extraído al primer hombre; formó Dios a
la primera Mujer Eva Nuestra primera Madre.
Ab. Guillermo Guillen Gavilanes
ANUNCIACIÓN A LA VIRGEN MARIA
COMO MADRE DE CRISTO
En el Antiguo Testamento Isaías, profetiza que una mujer Virgen concebirá y parirá un hijo y llamará su nombre EMMANUEL (Dios con nosotros).
Es así como en el Nuevo Testamento, el Ángel Gabriel,
mensajero celestial, fue enviado por Dios a una Virgen llamada María. Ella vivía
en Nazaret y estaba prometida con José. El Ángel "anuncio a María” que
ella era objeto del favor Divino, que tendría un hijo al que llamaría JESÚS.
Estas palabras revelaron a María que ella había sido
elegida para ser “La Madre del Hijo de Dios”. María aceptó con fe y humildad el
honor que Dios le confería.
José se acordó de la profecía de Isaías: Que el
Mesías debía nacer de una Virgen y así tenemos: en la portada de Antiguo
Testamento a Eva: la Madre la naturaleza humana, la autora del gran Cataclismo
del Edén.
En la portada del Nuevo Testamento a la celestial
figura de la Virgen María, la madre de Cristo; la madre en las gracias, la
inmaculada, la bendita entre todas las mujeres, la corredentora del linaje
humano y así nace la historia de las MADRES.
Ab. Guillermo Guillen Gavilanes
LA MADRE EN LAS CIVILIZACIONES
GRIEGA Y ROMANA
Los historiadores sostienen que ya en la Grecia
antigua se observan indicios de celebraciones parecidos a las actuales, en las
festividades en honor a la diosa Rhea, hija de Urano y de la tierra, esposa de
Cronos y hermana de los Titanes, era madre de ZEUS, el padre de los Dioses del
Olimpo; en la mitología griega.
EN ROMA.- La mujer madre gozo de muy grande
influencia y gozaba de una mayor libertad que la mujer griega; hacia y recibía
visitas y concurría a los espectáculos.
CORIOLANO. - Célebre general romano del siglo V antes
de cristo. Desterrado, abandonó a Roma y en represalia acudió a sitiarla al
frente de los Volscos pueblos enemigo de los romanos. En vano los sacerdotes,
los cónsules y los ciudadanos más respetables le imploraron que se retirara de
las puertas de Roma, y no se dignó siquiera contestarles.
Entonces lo visitó su madre, la anciana avanzó con paso firme y le preguntó:
¿Es con mi hijo o con un enemigo con quien debo hablar? CORIOLANO inclinó la
cabeza y ordeno levantar el asedio. He allí el respeto y su influencia todos
los años los romanos celebraban el “día de la madre” o "MATRONALIA"
con ese motivo efectuaban una solemne fiesta religiosa, y les hacían regalos.
Ab. Guillermo Guillen Gavilanez
DONDE CUANDO Y COMO NACIÓ EL
"DÍA DE LAS MADRES"
Ana Jarvis, de ‘Filadelfia, Estados Unidos, una joven que en 1905 perdió
a su madre, logró que su presidente Woodrow Wilson, decretara en 1914 como un
día de fiesta nacional el segundo domingo de mayo.
Por mucho tiempo pensó en la forma como debería conmemorar el primer
aniversario de su muerte. La manera que se le ocurrió se volvió pronto en un
acontecimiento, pues antes de morir Ana Jarvis pudo observar que más de 40
países de diferentes partes del mundo celebraban a las madres. Actualmente se
celebra éste día en todo el mundo.
Ab. Guillermo Guillen Gavilanez
LO QUE SIGNIFICA UNA MADRE.
Algo de divino en realidad debe tener éste amor de madre.
Según las madres sus hijos nunca dejan de ser unos bebes a pesar de que
ya sean adultos o tengan el pelo cano. Ese bebe siempre necesita de sus
cuidados y de su protección.
Porque frente a su madre sus hijos se convierten de nuevo en niños que
necesitan de mimos, besos y atención. Para una madre ningún hijo es malo o feo.
Por eso la ausencia de una madre es desoladora para muchos; por eso su perdida
es un vacío.
JEAN PAUL SARTRE escribió: “El día en que un hombre pierde a su madre,
comienza a envejecer”, porque con ella se va el niño eterno que se sentía
imbatible con su madre, nunca sólo, afincado a la raíz de su amor todopoderoso
y emerge la humildad del hombre que sabe que va a morir igual que ella. Por eso
ese amor, cuando es real, es un milagro y un acontecimiento que hay que honrar
todos los días. BERSOT lo dijo mejor: "Muchas maravillas hay en el
Universo, pero la obra maestra de la creación es el corazón materno".
Ab. Guillermo Guillen Gavilanez
Refiere una antigua leyenda que un niño,
próximo a nacer, le dijo a Dios:
- Me vas a enviar mañana a la tierra, pero ¿cómo
viviré allá, siendo tan pequeño y débil?
- Entre los muchos ángeles escogí a uno que te
espera, contestó (Dios.
- ¿pero aquí en el cielo no hago más que cantar y
sonreír, y eso basta para mi felicidad, ¿podré hacerlo allá?
-Ese ángel te cantará y sonreirá todos los días, y
te sentirás muy feliz con sus canciones y sus sonrisas.
-Y ¿cómo entenderé cuando me hablen, si no conozco
el extraño idioma de los hombres?
Ese ángel te hablará y te enseñará las palabras más
dulces y más tiernas que escuchen los humanos.
- ¿Qué haré cuando quiera hablar contigo?
- Ese ángel juntará tus pequeñas manitas y te
enseñara a orar.
- He oído que en la Tierra hay hombres malos,
¿quién me defenderá?
- Ese ángel te defenderá aunque le cueste la vida.
- Pero estaré triste porque no te veré más, Señor.
Sin verte me sentiré muy solo.
- Ese ángel te hablara de mí y te mostrará el camino
para volver a mi presencia le dijo Dios.
En ese instante, una paz inmensa reinaba en el cielo,
no se oían voces terrestres.
- El niño decía suavemente:
- Dime su nombre, Señor, y Dios le contestó:
- Ese ángel se llama... MAMA.
Rogelio Soto Pasco
A TODAS LAS MADRES DEL MUNDO
Si tú la
posees, eres dichoso. Tienes el mundo, la vida en las manos.
¡Tienes el todo!
Si está en el más allá, retén sus palabras, sus
enseñanzas, su sabiduría, sus manos y su mirada. Seguirás la existencia con su reflejo,
porque está ahí... aquí y allá, ¡siempre viva!
En sus manos nuestras almas; en sus ojos nuestras
vidas; en sus palabras nuestro aprendizaje y en sus sonrisas nuestras
felicidad.
Siente dolor y no llora. Le ofenden y no se ofusca;
la hieren y no se queja. Lee en los ojos y en las miradas. Lee en los labios y
en los suspiros, observa callada y medita. Habla, discute y afirma, niega o
lucha con bondad.
Como nube sin mancha, luz de estrella, voz de divina
y conciencia de maestro, así es la MADRE...
Leonel Brandimart
LAS MANOS FEAS DE UNA MADRE
- Cierto día, un
niño mirando a su madre, le dijo:
- Mamita, tienes un
bello rostro.
Ella sonrió
complacida, pues, el halago es dulce en labios,, de un niño.
- Pero tus manos no
son bonitas - continuó el niño.
La madre se puso
triste y contestó:
- No las mires,
hijito mío, ya que son feas.
- No puedo evitarlo
- respondió el pequeño - Cada vez que las toco, tengo que mirarlas. Son rojas
cubiertas de cicatrices. Es una pena que tus manos no sean lindan.
El padre llamó
aparte al niño y le contó la siguiente historia:
Una noche, un
pequeño bebe dormía en su cuna. De pronto se produjo un incendio y las cortinas
de la cuna se envolvieron en llamas.
Todos, muy
asustados, huyeron del dormitorio. Solo la madre no tuvo miedo a las llamas;
con sus delicadas manos apagó el incendio y salvo a la criatura.
Aquellas manos
quedaron con terribles quemaduras.
Durante mucho
tiempo estuvieron vendadas. Cuando las llagas cicatrizaron, las manos eran...
El niño no esperó
el final de la historia. Corrió a arrodillarse ante su madre; luego, tomándole
las manos rojas y feas, las besó una y otra vez diciendo:
- Perdón mamacita
querida. Tus manos son las más bellas del mundo.
Encar Catalá (adaptación)
AMOR DE MADRE
¡Invencible!
Un artículo en
National Geographic varios años atrás, mostraba una foto impactante de las alas
de Dios.
Después de un
incendio forestal en el Parque Nacional de Yellowstone, los guardabosques
iniciaron una larga jornada montaña arriba para valorar los daños del incendio.
Un guardabosque
encontró un pájaro literalmente petrificado en cenizas, posada cual estatua en
la base de un árbol. Un poco asombrado por el espeluznante espectáculo, dio
unos golpecitos al pajarillo con una vara; cuando la hizo, tres diminutos
polluelos se escabulleron bajo las alas de su madre muerta.
La amorosa madre,
en su afán de impedir el desastre, había llevado a sus hijos a la base del
árbol y los había acurrucado bajo sus alas, instintivamente, conociendo que el
humo tónico ascendería. Ella podía haber volado para encontrar su seguridad,
pero se había negado a abandonar a sus bebés.
Cuando las llamas
llegaron y quemaron su pequeño cuerpo, ella permaneció firme porque había
decidido morir para que aquellos que estaban bajo sus alas pudiesen vivir.
MENSAJE: No hay nada más hermoso que
dar dos veces la vida a los hijos,
frutos del amor, la dedicación y abnegación total
Crístina Llano.
LA MADRE
Hay un ser que
puede dulcificar todos nuestros dolores, que puede destruir todas nuestras
tristezas; la Madre. Dios nos ha dado para poner una gota de miel, con sus
puros besos, en el acíbar de la vida.
Dios la ha enviado
junto a la cuna, para que, el abrir los ojos, oculte las alas de su amor la
obscuridad del horizonte en que vamos a batallar, para conquistarnos la muerte.
Dios ha querido que sus manos plieguen nuestras manos para las primeras
oraciones, y que su sonrisa sea aurora de lo infinito para la esperanza. Ella
es la virtud, la caridad, la parte tierna del corazón, la nota melancólica del
alma, el fondo inmortal de inocencia que siempre queda bajo los pliegues del
más cruel carácter.
Cuando sintáis un
buen impulso, el deseo de enjugar una lágrima, de socorrer una desgracia, de
partir vuestro pan con el hambriento, de lanzaros a la muerte para salvar la
vida del prójimo, volveos y encontraréis a vuestro lado, como el ángel de la
guarda, que os inspira el pensamiento del bien, la sombra querida de vuestra
madre.
Emilio Castelar.
MADRE
La historia no
debería llamarse como antaño "Libro de
Reyes", sino la epopeya de las madres.
Son ellas el
verdadero troquel de clisar pueblos, y no de acuñar grandezas y la más segura
clave de la interpretación histórica.
La madre plasma originalmente
a la nación.
Cuando el hombre
interviene con el metal hirviente, no logra más que hacerlo correr entre los
modelos que nos esperan.
Si en cada pueblo
se estudiase con sagacidad lo que son sus madres, podría aventurarse uno
seguramente a anunciar su porvenir.
Entre tantas
excelencias, aquel ser único resplandece sin igual como la encarnación de la
piedad sin límites allá va el hombre; marcha empujado por una muchedumbre que
lo golpea y maldice y lo escarnece es un malhechor que camina al suplicio.
La justicia de los
hombres lo declaró culpable; labios no hubo que se abrieran para pedir
misericordia porque ciertamente muchos fueron sus crímenes y grandes y
abominables.
Con todo entre
aquel torbellino de ira, de justicia, y de venganza, hay alguien que disculpa
al miserable, que lo ama, que lo compadece y lo perdona.
¿Para qué
preguntarlo?
Es la madre.
Hoy su día y el de
todas las madres.
Guillermo Valencia.
EL RETRATO DE UNA MADRE
He aquí el retrato
de una Madre hecho por el ilustrísimo señor Obispo de Ancud, don Ramón Ángel
Jara, en el álbum de una dama.
Señora: Hay una
mujer que tiene algo de Dios por la intensidad de su amor y mucho de Ángel por
la incansable solicitud de sus cuidados; una mujer, que siendo joven, tiene la
reflexión de una anciana y en la vejez trabaja con el vigor de la juventud; una
mujer que si es ignorante descubre con más acierto los secretos de la vida que
un sabio, y si es instruida, se acomoda a la simplicidad de los niños; una
mujer que siendo pobre se satisface con la felicidad de los que ama, y siendo
rica daría con gusto sus tesoros por no sufrir en su corazón la herida de la
ingratitud; una mujer que, siendo vigorosa, se estremece con el vahído de un
niño, y siendo débil, se reviste a veces con la bravura del león; una mujer que
mientras vive no la sabemos estimar, porque a su lado todos los dolores se
olvidan, pero después de muerta daríamos todo lo que somos y lo que tenemos,
por mirarla de nuevo un sólo instante, por recibir de ella un sólo abrazo, por
escuchar un sólo acento de sus labios.
De ésta mujer no me
exijáis el nombre, si no queréis que empape en lágrimas vuestro álbum, porque
yo la vi al pasar por mi camino.
Cuando crezcan
vuestros hijos, léanles ésta página, y ellos, cubriendo de besos vuestra
frente, os dirán que un humilde viajero; en pago del suntuoso hospedaje
recibido, ha dejado aquí para ellos un Boceto a su Madre.
UN NIÑO ABORTADO ESCRIBE A SU MAMÁ
Querida mamá:
Soy tu hijo,
¿recuerdas?. No he desaparecido, pues Dios me infundió un alma eterna en el
momento en que fui concebido. No vi nunca la luz del día pero vivo para
siempre.
Sé por qué me
mataste. El que debió haber sido mi padre andaba lejos del país. Tú te sentías
sola porque el andaba muy ocupado en sus negocios. En su ausencia, surgió otro
hombre. De ese romance fui engendrado yo.
Nunca olvidaré los
meses que me acunaste en tu vientre, ¡me sentí tan seguro y amado! ¡Comprendo
que no me desearas; pues qué pensaría papá a su regreso!.
Había que blanquear al desliz matando al
delator, y ese era YO. Por entonces no supe de las discusiones con tu amante,
pues él quería verme nacido y tú no. ¡Qué peleas, hasta que le arrancaste el
dinero que costó mi defunción! A todo le ponen precio, hasta el asesinato de un
inocente. ¡Qué caros son los abortos! comentaste.
No justifico tu
crimen, pero te perdono. Perdono a papá por haber sido tan irresponsable.
También perdono al que, vestido de blanco, se manchó con mi sangre. ¡Qué dolor
cuando me punzó con aquella enorme aguja
y después me despedazó a sangre fría! Sé que tú nunca olvidarás el ruido de
aquella aspiradora que se tragó mi cuerpecito a pedazos. Sé que te causó un
trauma que llevas en silencio tratando de pensar que no fue nada. Si era algo.
Era alguien, era yo, tu hijo.
Conozco mamá, tus
largas noches en vela y tus sobresaltos. Sé que luchaste mucho en tu interior
sobre tu decisión de abortarme. En el fondo me amabas pero pudo más en ti el
miedo. Sé que me amabas, pues aun sueñas conmigo y más de una vez te has
preguntado, con remordimientos, si soy niña o niño, piensas como sería hoy día
y que alegrías te hubiera traído...
¡Soy niño! Me
parezco más a ti que al seductor con que andabas. ¡Cómo me vas a olvidar, si yo
a cada momento pido a Papá Dios que borre esas pesadillas que turban tu
descanso y te dan muerte en vida! Por eso, ¡qué alegría cuando buscaste al
sacerdote que te inspiro confianza, y te reconciliaste con el señor de la vida!
Querida
mamá, quiero verte feliz. Recuerda los consejos que te dio el sacerdote al
despedirte: "hija, Dios padre ya ha hecho su obra de amor en ti y a su
tiempo iras sanando.
Me cuentan que ni las
guerras, ni Hitler con sus cámaras de gas letal han realizado tan brutal y
desmedida masacre. Con los abortos se ha privado a la humanidad de brillantes
poetas, sacerdotes, médicos, filósofos, músicos, pilotos, estadistas, pintores,
arquitectos, santos y santas. A mí todos me dicen que quizá hubiera sido un
habilidoso cirujano o un pianista a la Mozart. Cuando nos reunamos, mami, ¡ya
verás que manos tengo! Lo que más me agrada es cuando me dicen "¡tu mamá
tiene que ser muy hermosa!"
No llores mami.
Confía en Dios hasta que nos volvamos a ver. ¡Ah!, se me olvidaba, aunque me
consumo por verte, no te des prisa en venir, pues mis hermanos te necesitan.
Hazles a ellos lo que nunca pudiste hacerme a mí. Fíjate que cuando bañas a mis
hermanitos o lo amamantas, no sé, me entra un poquito de añoranza de todo lo
que pudo ser y no fue. Me hubiera gustado ser amamantado con la leche de tus
pechos; ser acariciado por esas manos tuyas tan lindas y tan semejantes a las
mías, manos de cirujano malogrado.
Quizás te preguntas
donde estoy. No te preocupes, estoy en los brazos de Jesús que me amó hasta
derramar su sangre por mí. En El todos encontramos la Vida.
Termino pidiéndote
un favor. No para mí, comprenderás, sino para otros niños, ¡no los maten como a
mí!, si conoces a una joven que quiera abortar o a un sujeto que monta campañas
a favor del aborto o un médico asesino que se burla de hipócrates, o una
enfermera que se presta a ese crimen, extiéndeles el amor de Dios, nuestro
Padre. Entonces recuérdate de nosotros y dile que no mate más. Que los niños le
pertenecen a Dios. Grítales a todos que tenemos derecho a vivir como ellos, y
que aunque nadie nos ame tenemos derecho a vivir y amar.
¡Te espero con la
boca aún sin estrenar, rebosante de besos que tengo guardados solamente para
ti!
Rogelio Soto Pasco
LA MATERNIDAD
SEVERO CATALINA
¿Recordáis por
ventura los años de vuestra infancia?
¿Recordáis aquellas
horas tranquilas en que, libre el alma de pesares y el corazón de inquietudes,
dejabais reposar vuestra cabeza en el regazo de una mujer?
¿Recordáis la
ternura con que aquella mujer os acariciaba, estrechaba vuestras manos
infantiles e imprimía sin ruborizarse sus labios en vuestra frente candorosa?
¿Recordáis la
ternura con que aquella mujer os acallantó y os adormecía dulcemente al eco
blando de una balada de amor?
¡Oh! sí lo
recordáis.
Los que tenemos la
dicha de ver todavía a esa mujer sobre la tierra, la invocamos con cariño a todas
horas. Su nombre está escrito en el corazón: es el nombre más tierno de cuantos
encierra el diccionario.
"El nombre sólo de MADRE nos representa aquella
mujer, en cuyo seno bebimos el dulcísimo néctar de la vida; en cuyo regazo
dejábamos reposar nuestra cabeza; aquella mujer que nos acariciaba; que oprimía
entre las suyas nuestras manos; que besaba nuestra frente; que enjugaba nuestro
llanto; que nos mecía, por fin, en sus brazos al eco blando de una balada de
amor.
Dichosos mil veces los que todavía podemos
contemplarla con los ojos de la realidad
Vosotros los que habéis perdido a vuestra madre,
también podéis vería, si tenéis corazón y sentimiento.
Podéis verla en el ensueño dorado de vuestra
felicidad. Si el astro de la noche envía sobre la tierra su pálido resplandor,
figuraos que el resplandor pálido del astro de la noche es la mirada tranquila
y cariñosa que vuestra madre os dirige desde el cielo.
Si veis en la región del firmamento una blanca
nubecilla que flota cual tenue gasa sostenida en sus extremos dos ángeles, es
el alma de vuestra madre que al miraros sonríe de cariño desde el cielo.
Si a la caída de una tarde melancólica sentís en el
valle un eco vago que se pierde a lo lejos y que no es el canto de las aves ni
el murmullo de la fuente, arrodillaos: es el aleteo de la oración que por
vosotros eleva vuestra madre.
Si en noche apacible del estío acaricia vuestra
frente una brisa consoladora, que no es la brisa de los campos ni el hálito
embalsamado de las flores, estremeceos de placer: es el beso de pureza y de
ternura que os envía desde el cielo vuestra madre.
Aunque la muerte la arrebate, la madre no deja nunca
de existir para vosotros, los que tenéis corazón y sentimiento.
Pueblos que rebajasteis la dignidad de la mujer, que
la considerasteis como un ser casi despreciable, ¡venid!
La razón os llama a juicio.
El ser que vilipendiáis ha dado vida a vuestros
héroes y a vuestros sabios.
Cuando vuestros héroes y vuestros sabios, cuando los
Alejandros y los Homeros, los Césares y los Virgilios, cruzaban los azarosos
días de la infancia, una mujer los alimentaba con el jugo de su pecho; una
mujer los adormecía con el arrullo de su amor.
Cuando sus labios empezaron a articular sonidos, una
mujer les enseñó a pronunciar los nombres para vosotros venerarlos, y les
imbuyó vuestras creencias, y les dijo que había una patria que debían adorar;
una patria que ellos ilustraron luego con el brillo de sus conquistas o con el
mágico resplandor de su talento.
¡Detractores sistemáticos del que llamáis sexo débil,
recordad que habéis tenido madre, o que la tenéis todavía!
¡Los que negáis absortamente la virtud de la mujer
acordaos de vuestra madre!
¡Los que al nombre y a la memoria de madre no sintáis
latir de entusiasmo el corazón, apartad, alejaos!
Pero no vayáis a Los campos, que allí las tiernas
avecillas besan a sus madres en el nido; allí el manso recental brinca de gozo
junto a la oveja.
No vayáis a los bosques, que allí podéis ver a la
pantera lamer a sus cachorros, y a la leona acariciar a sus hijuelos.
Y no es bien que la leona y la pantera de los
bosques, y la oveja y el ave de los prados enseñen al hombre las leyes
inmutables de la naturaleza; al hombre que es el rey de la naturaleza y primera
figura en el gran panorama de la creación.
Huid a donde el sol no alumbre, a donde halléis un
espacio virgen, jamás hendido por respiración viviente, porque dondequiera que
lleguen los rayos del sol, donde exista un ser organizado y sensible, allí
reinará majestuosamente la idea de la maternidad.
Cuéntese que un pintor célebre encomendaron un cuadro
donde se bosquejasen a un tiempo el amor y la pureza.
Y el artista trasladó al lienzo la imagen de una
mujer que llevaba en los brazos al hijo de sus entrañas.
Aquel pintor era un sabio. Los brazos de nuestra
madre son el trono del amor y la pureza, donde en los albores de la vida del
hombre brilla su majestad de rey de la creación.
En esos primeros años de la vida, la madre viene a
ser para nosotros una segunda Providencia.
En los años de la niñez, la madre en nuestra primera
maestra: ella nos enseña diariamente a alzar las manos al cielo y a bendecir al
Dios de las mercedes.
Por ella aprendemos a coordinar las palabras mismas
de nuestras primeras oraciones, de esos primeros himnos que el alma eleva a la
Reina de los ángeles.
En los años de la adolescencia, ella nos señala los
senderos de la virtud, nos avisa de los precipicios, y quizá enjuga la primera
lágrima de fuego que hace asomar a nuestros párpados un amor que no es el suyo.
¡Oh!, el amor materno nos arranca lágrimas de fuego:
produce llanto apacible que refresca el alma, como el rocío a la tierra, como
el céfiro a las flores.
En los años de la juventud consuela nuestras
amarguras, perdona nuestros extravíos y es la amiga que nunca nos engaña, la
amante inalterable y fiel que nos ama sin cálculo y sin interés, sin falsedad y
sin celos.
Ella es la sola mujer que sin avergonzarse y sin
avergonzarnos puede besar nuestra frente y estrecharnos en su seno.
Ella es la que comparte con nosotros los infortunios
y los males; la que vela nuestro sueño; la que cuenta por segundos las horas de
nuestro padecer; la que cierra nuestros párpados en el instante supremo; el
único ser, en fin, después de nuestro padre, que no admite consuelos por
nuestra pérdida, porque se anega su alma en el mar sin bordes del egoísmo
intenso del dolor.
Si es indudable que los padres ocupan en la tierra el
lugar de la Divinidad, concluyamos por declarar absurdo e inconcebible el
ateísmo.
No puede existir un ser racional que niegue a su
madre: si existiere, debe considerarse como una excepción.
Las excepciones, tratándose del linaje humano, se
llaman por otro nombre monstruos. Su número es corto por fortuna.
Si consultamos la
historia de la humanidad, hallaremos millares de páginas entre cada dos
Nerones.
Por cada monstruo,
esto es, por cada hombre en cuyo pecho no se abrigue el amor maternal, hay
generaciones sin cuento que rinden homenaje a la santa ley esculpida por la
mano de Dios en el corazón de los mortales, y por la mano de Dios en el código
inmortal del Sinaí
En esa doble ley
natural y positiva está escrito el amor materno.
El amor materno es
el más puro y sublime de todos nuestros amores.
Un autor profundo y
sentencioso nos ha legado esta máxima, que encierra una gran verdad:
«La mujer que con
sus virtudes y sus gracias cautiva nuestra cabeza y nuestro corazón, es la que
más amamos: la mujer a quien nos unimos con el vínculo del matrimonio, es la
que amamos mejor; la madre es la única mujer que amamos siempre.»
Estos seres habitan, como diría Campoamor, en el polo
del infinito positivo pero muy cerca de la línea ecuatorial que lo divide del
negativo: están tocando con el instinto.
Concluyamos.
El sentimiento de la maternidad es de todos los
tiempos y de todos los países; sin embargo, el cristianismo lo ha embellecido y
sublimado: entre la Andrómaca de Homero, o la de Eurípides, o la de Virgilio, y
la Andrómaca de Racine, existe diferencia muy notable.
En la Andrómaca de los primeros se descubre una
madre; pero una madre, como dice Chateaubriand, al gusto griego y romano. La
Andrómaca de Racine es también una madre; pero madre más sensible, más
interesante, más tierna: en ella se ve, añade el sabio poeta citado, la
naturaleza evangélica. El amor de la madre cristiana es la síntesis de todos
los amores castos y puros.
La madre es nuestra providencia sobre la tierra en
los primeros años de la vida; nuestro apoyo más firme en los años siguientes de
la niñez; nuestra amiga más tierna y más leal en los años borrascosos de la
juventud.
El amor materno es el único que jamás nos engaña; el
único cuyo horizonte sereno y transparente nunca aparece la nube de los celos.
La madre es el don de más precio que el cielo puede otorgarnos. Con mucha razón
ha escrito uerrero en su linda novela estas sencillas y poéticas palabras.
«No puede llamarse infeliz el hombre que al nacer
recibe de su madre el primer beso, que encuentra durante su vida la mano de su
madre para coronarlo en sus glorias y para enjugar su llanto, que lucha con él
y que al cerrar para siempre los ojos ve que recoge su último suspiro quien
recogió su primer aliento.»
«Nunca es malvado el que a su madre adora»
Ha dicho uno de los primeros poetas de la edad
presente.
Genio benéfico, ángel de la guarda, ambiente puro y
saludable, la madre rodea al hijo, le ve, le cuida, le defiende por todas
partes: delegado de Dios, la madre penetra lo futuro; inspirada y santa
pitonisa, adivina los males que han de sobrevivir a su descendiente: esa inquietud,
esa palidez, esa amable impertinencia con que nos favorece cada día, todo es
amor. Su corazón es una fuente pura: bebamos en él para crecer sanos y
virtuosos: su alma es un divino espejo; mirémonos en él para corregir nuestras
deformidades. Si nos dejásemos alumbrar por ella, cuán claros
resplandeceríamos! Si nos dejásemos inspirar por ella, cuán prudente
juzgaríamos! Si nos dejásemos guiar por ella, cuán rectos caminaríamos! No hay
madre que no sea un sabio, cuando se trata de la felicidad de su hijo; no hay
madre que no sea poderosa, cuando su hijo necesita de su protección: cada cual
en su esfera, todas son eficaces, desde la pobre desvalida que en una puerta de
calle tiene a su parvulito en los brazos, hasta la señora coronada que anda
mostrando a los pueblos el heredero del trono, todas viven y obran para su
hijo: la otra se pasea pomposamente en el imperio, derramando grandiosas
caridades; ya tiene simpatías para su hijo. La madre, la madre para él hijo: ni
el peligro le intimida, ni el sacrificio es superior a sus fuerzas, ni su ruina
la contiene, si va a salvarle y hacerle un nuevo bien.
Entremos en el seno de donde salimos, y veamos hervir
en él mil clases de opuestas sensaciones: si somos felices, el gozo, la
satisfacción corren allí en abundantes ondas; si desgraciados, un torcedor
exprime su corazón, una obscuridad profunda reina dentro de ella. Si somos
buenos cuán satisfecha se halla de nosotros, cómo se siente grande y majestuosa
con habernos dado a luz; si malos, la humillación le empequeñece, el pesar la
debilita, la zozobra la destruye, pero no deja de querernos. ¿Qué lazo es éste
tan estrecho, tan fuerte, tan complicado, que ni la habilidad lo desata ni la
espada lo rompe? Obra de Dios, al fin: el género humano reducido a una sola persona,
por medio de hilos y ligaduras misteriosas e invisibles, sin las cuales los
hombres serían unidades nacidas para la infelicidad, sombras solitarias que
anduvieran quejándose por las tinieblas del mundo. Si tu madre te quiere,
agradécelo a Dios; él la hizo para quererte; si se sacrifica por ti, agradécelo
a Dios; él la hizo para sacrificarse.
¿Quién te dio la leche de sus pechos? Tu madre. ¿Por
quién te criaste blanco, gordo, alegre y saltón como un seráfinillo? Por tu
madre. ¿Quién vela a tu cabecera sin apartar de ti los ojos, cuando caes
enfermo; quién te refresca la frente con sus labios, quién comparte contigo la
vida comunicándote su aliento? Tu madre. ¿Quién baña tus manos con sus lágrimas
cuando, joven ya, no vas derecho; quien te salva con su llanto y sus amorosos
ruegos? Tu madre. ¿Por quién vives sin la inquietud del día de mañana,
satisfecho en el comer, aseado en el vestir, pulcro y gracioso en todo lo
concerniente a los juveniles años? Por tu madre. Luego la madre es todo para el
hijo: universo reducido, a la madre van a dar todos sus bienes, y su tierno
corazón jamás deja de brotar para nosotros su raudal vivificante: bebemos de
él, sin agradecerle muchas veces; nos hartamos de felicidad, sin caer en
cuenta, y por lo mismo, sin merecerlo. Ella sí sabe muy bien lo que nos toca;
sospecha nuestros descarríos, y nos aconseja; adivina nuestras penas, y se
aflige: nuestras angustias, de ella son; nuestras desgracias, de ella son;
nuestras vergüenzas, de ella son; nuestras virtudes, de ella; nuestros
triunfos, de ella; nuestras felicidades, de ella. Su vida depende de nuestra
suerte y de nuestra conducta; podemos prolongar o acortarla, según la tenemos complacida
o la quebrantamos con los extravíos y los males de la juventud. Pobre ente
sensitivo y apasionado, pequeñuela criatura, inerme hija de la naturaleza, si
se trata de levantarte, es grande; si de atreverse, heroica; si de sufrir,
sublime; si de sacrificarse, mártir.
¿No ves? El que no necesitaba padre ni madre, siendo
como es el padre del universo; el que no había menester apoyo, porque es
todopoderoso; el que no pedía lástima, porque es feliz, quiso tener madre, y la
tuvo, como el emblema de la ternura, como la santidad del cielo encarnada en el
mundo. Iba a huir, y quiso tener quien le siguiese; iba a padecer, y no lo
estuvo por demás quién compartiese con él los tormentos; iba a morir
crucificado, y convenía una mujer que le llorase. Si su madre hubiera muerto
primero, el Salvador hubiera llorado por ella: Si la tuya ha muerto, llórala
tú, que no faltas a la entereza ni a la filosofía.
Juan Montalvo
LA MAMÁ MAS MALA DEL MUNDO
Tuve la mamá más mala del mundo. Mientras los otros
niños podían irse a la escuela sin desayunar, yo tenía que comer todo el
cereal, el huevo y el pan tostado. Cuando los demás niños tomaban refrescos
gaseosos y dulces para el almuerzo, yo tenía que conformarme con comer siempre
comidas nutritivas.
Mi madre insistía en saber todo lo que hacíamos y
dónde estábamos, parecía que estábamos encarcelados; tenía que saber quiénes
eran nuestros amigos. Insistía en que, si decíamos que íbamos a tardar una
hora, de hecho tardaríamos una hora y no dos.
Me da vergüenza admitirlo, pero hasta rompió la «Ley
contra el trabajo de niños menores», e hizo que laváramos los trastos,
tendiéramos nuestras camas, aprendiéramos nuestras tareas de la escuela y
muchas cosas más; hasta creo que se quedaba despierta por la noche pensando en
las cosas que podría obligarnos a hacer, tan sólo por molestarnos: Que lávate
los dientes, cepíllate el cabello, respeta a los mayores, obedece...
Siempre insistía en que dijéramos la verdad, toda la
verdad y nada más que la verdad. Así entre tanta crueldad, transcurrió mi
infancia. Para cuando llegamos a la adolescencia y fue más sabia y nuestras
vidas se hicieron aún más miserables. Nadie podía tocar el claxon para que
saliéramos corriendo, nos avergonzaba hasta el extremo de obligar a nuestros
amigos a llegar hasta la puerta de la casa para preguntar por nosotros.
Pasaron los años y resulta que todos sus hijos somos
felices. Hemos sabido superar las dificultades de la vida y desarrollar
magníficas relaciones tanto en la familia como en la iglesia y en nuestros
trabajos. ¿A quién debemos culpar de nuestra situación actual?
Tienes razón, a
nuestra «Mala Madre».
Rogelio Soto Pasco
LA MADRE
ALMA FUERTE
Todos los seres son dignos de nuestro amor sobre la
Tierra, y todos ellos os aman en la escala de sus facultades; el perro, el
cordero, el pajarillo, a quienes alimentáis con vuestras propias manos; pero
ellos no tienen memoria y se olvidarán de vosotros apenas les deis la espalda;
el amigo, el compañero, el condiscípulo, con quienes corréis abrazados el
trayecto más hermoso de la vida, la tienen, pero se olvidarán de vosotros
apenas entréis en la juventud, para entregarse a otros vínculos, más estrechos
y más amables; el maestro, el instructor, el consejero, con quien pasáis en la
escuela la mitad de las horas del día, se olvidará de vosotros apenas
abandonéis las bancas del colegio; sólo un ser en el mundo os amará siempre,
sólo un ser en el mundo os tiene presentes en todos los instantes, y ese ser es
vuestra madre.
Ella no necesita que le digáis que tienes hambre,
porque prevee vuestras necesidades; ella no necesita que le comuniquéis
vuestros dolores, porque los adivina en vuestros ojos; ella vela junto a
vuestro lecho cuando estáis alegres, y se entristece con vuestra tristeza; ella
alfombraría con su cuerpo vuestro camino para evitaros una lágrima, un átomo
imperceptible de dolor, ella, cuando el amigo, el compañero, el condiscípulo,
el maestro, todo lo que es susceptible de amor y olvidar en esta vida, os hayan
abandonado, ella vuestra madre, abrirá sus brazos siempre amantes, para
recibiros en ellos, como una paloma extiende sus alas para cobijar a sus
polluelos, por más apartada, por más distante que esté de vosotros, aunque
tenga que recorrer el mundo entero para recibiros, aunque deba levantarse de la
tumba para protegeros con su sombra.
ORGULLO INNATO
DIVINA CUNA
El primer sueldo del multimillonario Andrew Carnegie
nacido en Escocia y forjado en los Estados Unidos fue de diez dólares al mes,
en el Estado de Pennsylvania.
Muchos años después, ya consagrado como uno de los
magnates de las finanzas americanas, fue invitado a una recepción en su
homenaje; ocasión que aprovechó un periodista para preguntarle:
- ¿Qué recuerdos agradables guarda de su infancia?
Carnegie sonrió y dijo:
- Nací en una familia muy pobre y no cambiaría los
buenos recuerdos de mi infancia por los de ningún hijo de millonario.
¿Qué saben esos niños de las alegrías familiares, y
del inolvidable recuerdo de una madre que es el mejor refugio de muchos hijos,
la mejor cocinera, la mejor maestra, la mejor lavandera y, al mismo tiempo, la
mujer más bonita, más ahorradora, más angelical y más santa de cuantas ha
conocido un hombre en su larga vida?
EL COMPILADOR
MENSAJE: Recordar y tener orgullo del nido que nos
vio nacer, por precario que sea, nos eleva el nivel de las grandes
personalidades.
Cuando pasen en mí más años, y en apariencia ya no
sea la misma, y me vuelva torpe en mis movimientos, tenme paciencia:
Recuerda las horas que pasé enseñándote a hacer las
mismas cosas que hoy yo no puedo resolver sola...
Cuando me veas perdida frente a toda la tecnología
que me cuesta tanto entender, dedícame tu tiempo recuerda que fui yo quien te
enseñó las cosas más simples para enfrentar la vida...
Si te repito las mismas historias, aunque sepas ya el
final, escúchame...
Cuando eras chico tuve que contarte cientos de veces
el mismo cuento para que te durmieras...
Y si mientras conversamos me olvido de lo que estamos
hablando, dame tiempo para recordar...
Y si no puedo hacerlo, comprende que tal vez no
importante es que me escuches y estemos juntos...
Cuando fallen mis piernas, dame tu mano para apoyarme como yo lo hice cuando comenzaste a
dar tus primeros pasos...
Dame tu cariño, compréndeme y apóyame como lo hice
desde el momento en que naciste...
Siempre quise lo mejor para ti, y sé cómo tú me
quieres y admiras...
Hoy soy yo quien está orgullosa al ver quién eres, y
como enfrentas la vida...
Cuando pasen en mi los años, así como te acompañé yo,
acompáñame tú hacia donde me lleva el camino...
Cuando pasen en mí más años, sigamos caminando
juntos...
EN EL DIA DE MI MADRE
Manuel María Sánchez
Santa madre mía
la de suaves labios, la de dulces ojos,
la de alma de armiño,
quiero en este día de todas las madres,
postrarme de hinojos ante tu recuerdo,
con ese cariño que no tiene nombre,
tal como lo hacía cuando yo era niño,
ante los altares cubiertos de flores,
donde, entre albos, tules, la Virgen María
recibió la ofrenda de ingenuos amores.
Madre no te traigo rosas peregrinas,
Todas las que tuvo mi encantado huerto,
Las heló el invierno. Sólo las espinas al fin,
me han quedado, y en el alma abierto
como una implacable madrastra
la vida con cada una de ellas incurable herida.
Tampoco te traigo los tesoros del arte,
con que tu soñabas,
Quisiera ofrendarte,
madre, los más altos, los
más bellos poemas,
que para ti forman corona
sublime;
más en mí no alienta el
fuego divino,
mi lira está rota,
rota entre las piedras duras del camino,
y al vibrar sus cuerdas,
ya no canta,
gime, gime con hondo dolor
cada nota,
y es mi poesía solamente
un eco de melancolía.
Ni flores, ni ritmos. Es
vano mi empeño de amor.
De aquel hijo que quiso
tu ensueño
de inmensa ternura
colmado de dichas; ya
nada perdura.
En él ya no restan sino
los despojos
de sus esperanzas, de sus
ilusiones
y de sus anhelos.
Madre, si me vieras,
lloraran tus ojos
ese llanto amargo de las aflicciones
para las que nunca se
encuentran consuelos
cómo sufrirías,
tú, tan bondadosa, con
las penas mías;
como en cada llaga,
que abrió en mí el encono
de la lucha aciaga,
convirtieras el óleo de
tus suavidades;
como tu regazo, tornando
a esos días
de mi edad primera,
el refugio fuera de mis
desventuras y mis tempestades.
He bregado mucho. Volví
de la lidia,
altiva la frente, firme
la conciencia,
pero destrozada toda mi
existencia.
Persiguióme el odio; me
asestó la insidia
sus golpes aleves;
derramó en mi vaso
su hiel de injusticia y,
al salirme al paso
por la cruel encrucijada,
como las serpientes,
me hincó la falsía
venenosos dientes.
Tras tantas borrascas,
quedó abandonado,
prematuramente fatigado y
viejo;
pero no me quejo
ni maldigo airado del
destino
infausto pienso en lo que fuiste,
madre, y tu recuerdo es
como enseñanza;
en mis negras floras de
desesperanza;
porque padeciste siempre
en el silencio,
resignada y buena.
MATER
DOLOROSA
fue un panal de mieles tu
virtud serena
para cada espina tuviste
una rosa
y blanda sonrisa para
cada pena.
Alma la más pura,
La más noble y bella,
flor de santidades,
fuente de dulzura,
fuiste aquí, en el mundo,
tal como una estrella,
que iba derramando suaves
claridades,
me encuentro agobiado por
la adversa suerte,
tengo hasta los bordes
llena de veneno
la copa que apuro; estoy solo y triste,
más quiero ser fuerte,
más quiero ser bueno,
porque tú lo fuiste.
Santa madre mía,
la que me sostienes; la
que me levantas,
con solo evocarte, de todas las santas
como a la más santa te
invoco,
éste día de todas las
madres.
estoy a tus plantas,
y es como plegaria mi
melancolía.
CARTA
A LA MADRE
César Dávila Andrade
A estas horas ya habrás
cenado
ese pan tan delgado, que
al mirarlo,
produce una sonrisa y una
lágrima.
Y pensar que yo nunca
sentí tu hambre,
que te robé un árbol azul
y dos arbustos blancos
y que por eso hoy tienes
marchitas ya las venas,
y descalza la blanca
altura de los senos,
y que un ángel oscuro con
un nombre extranjero,
tal si fuera una puerta,
a tu esternón golpea...
No madrugues a misa ni
cojas el sereno.
Yo sé muy bien que amas
con el dolor de Cristo.
Mil noches de costura te
han llagado los ojos
y la malva de tus
sagradas manos
tiemblan ya con el viento
que gira en la ventana.
No sufras porque el
sábado amanezca con lluvia
ni porque el río baje con
un ramo de lirios.
No sufras porque ha
muerto esa gallina blanca
con la que hablara en
sueños,
una noche, mi hermana.
Ya recibí tu carta.
Escrita con romero y
pestañas azules
me cuentas que se ha
muerto mi prima María Augusta.
Ahora que estoy lejos te diré:
Yo la amaba.
Mi timidez de entonces me
quebró las palabras
baja mañana a verla con
un ramo de nardos
Y recítale alguna oración
impalpable.
Dile que ya no bebo y que
he pasado el año.
Ahora que estoy lejos te
diré... ¡Cuánto la amo!
Dime sinceramente qué
piensas de este hijo.
Te salió extraño.
Renunció todo aquello que
los otros ansiaban
Y se hundió en sí, tanto,
que quizá no es el mismo...
Seguramente piensas:
Estará enamorado”.
Y habrás adivinado.
Encontré una muchacha
con una voz blanquisima y
los filos dorados,
el pelo hecho de espigas
y sortijas de malta.
Y ahora, yo quisiera
decirte que te amo,
pero de una manera que tú
no sospechaste.
Verás. Ahora te amo en
todas las mujeres,
te amo en todas las
madres,
te amo en todas las
lágrimas
Tú dirás: “Esas cosas que
tiene... ”
No sé qué le ha pasado.
Tal vez esté enfermo.
Tal vez los libros
raros...
Es que el amor de antes
se ha vuelto tan claro
que siento que ya nada es
para mí extraño...
SI
TIENES UNA MADRE TODAVÍA
por
Heinrich Neuman
Si tienes una madre
todavía,
da gracias al Señor que
te ama tanto,
que no todo mortal contar
podría,
dicha tan grande ni
placer tan santo.
Si tienes una madre, se
tan bueno
que ha de cuidar tu amor su faz preciosa,
pues la que un día te
llevó en su seno
siguió sufriendo y se
creyó dichosa.
Veló de noche y trabajó
de día
leves las horas en su
afán pasaban,
un cantar de sus labios
te dormía,
y al despertar, sus
labios te besaban.
Enfermo y triste, te
salvó su anhelo
que solo el llanto, por
“su bien querido”
milagros supo arrebatar
al cielo,
cuando ya el mundo te
creyó perdido.
Ella puso en tu boca la
dulzura
de la oración primera
balbucida y plegando
tus manos en ternura,
te enseñaba la ciencia de
la vida.
Si acaso sigues por la
senda
aquella que va segura a
tu feliz destino,
herencia santa de la madre es ella,
tu madre sola, te enseñó
el camino.
Más si al cielo se
fue...y en tus amores
ya no la harás feliz
sobre la tierra,
deposita el recuerdo de
tus flores
sobre la fría loza que la encierra.
Es tan santa la tumba de
una madre,
que no hay al corazón
lugar más santo,
cuando espina cruel tu
alma taladre,
ve a derramar, allí, tu
triste llanto!
EL
BRINDIS DEL BOHEMIO
por
Guillermo Aguirre y Fierro
En torno de una mesa de
cantina,
una noche de invierno.
Regocijadamente departían
seis alegres bohemios.
Los ecos de sus risas
escapaban
y de aquel barrio quieto
iban a interrumpir el impotente
y profundo silencio.
El humo de olorosos
cigarríllos
en espirales se eleva al
cielo,
simbolizando al
resolverse en nada,
la vida de los sueños.
Pero en todos los labios
había risas,
inspiración en todos los
cerebros,
y repartidas en la mesa,
copas pletóricas de ron,
whisky o ajenjo.
Era curioso ver aquel
conjunto
de aquel grupo bohemio,
del que brotaba la
palabra chusca,
la que vierte veneno,
lo mismo que, melosa y
delicada,
la música de un verso.
A cada nueva libación,
las penas
hallábase más lejos del
grupo,
y una nueva inspiración
llegaba
a todos los cerebros,
con el idilio roto que
venía
en alas del recuerdo.
Olvidaba decir que
aquella noche,
aquel grupo bohemio
celebraba entre risas,
libaciones,
chascarrillos y versos,
la agonía de un año que
amarguras
dejó en todos los pechos.
y la llegada,
consecuencia lógica,
del feliz año nuevo...
Una voz varonil dijo de
pronto:
Las doce, compañeros.
Digamos el
"requiescat" por el año
que ha pasado a formar
entre los muertos.
¡Brindemos por el año que
comienza!
porque nos traiga
ensueños;
porque no sea su equipaje
un cúmulo
de amargos
desconsuelos...
Brindo dijo otra voz, por
la esperanza
que a la vida nos lanza,
de vencer los rigores del
destino.
Por la esperanza, nuestra
dulce amiga
que las penas mitigan
y convierte en vergel
nuestro camino.
Brindo porque ya hubiese
a mi existencia
puesto fin con violencia
esgrimiendo en mi frente
mi venganza;
si en mi cielo de tul
limpio y divino
no alumbrara mi sino
una pálida estrella: “Mi
esperanza ”.
¡Bravo! dijeron todos,
inspirado
esta noche has estado,
y hablaste breve, bueno y
sustancioso,
turno es de Raúl; alce su
copa
y brinde por... Europa,
ya que su extranjerismo
es delicioso...
Bebo y brindo, clamo el
interpelado;
brindo por mi pasado,
que fue de luz, de amor y de alegría
y en el que hubo mujeres
seductoras
y frentes soñadoras
que se juntaron con la
frente mía...
Brindo por el ayer que en
la amargura
que hoy cubre de negrura
mi corazón,
esparza sus consuelos
trayendo
hasta mi mente las
dulzuras
de goces, de ternuras, de
dichas,
de deliquios, de
desvelos.
Yo brindo, dijo Juan,
porque en mi mente brote
un torrente
de inspiración divina y
seductora,
porque vibre en las
cuerdas de mi lira
el verso que suspira, que
sonríe,
que canta y que enamora.
Brindo porque mis versos
cual saetas
lleguen hasta las grutas
formadas de metal y de
granito,
del corazón de la mujer
ingrata
que a desdenes me mata...
¡Pero que tiene un cuerpo
muy bonito!
Porque a su corazón
llegue de canto,
porque enjuguen mi llanto
sus manos
que me causan embelesos;
porque con creces mi
pasión me pague...
¡Vamos!, porque me
embriague
con el divino néctar de
sus besos.
Siguió la tempestad de
frases vanas,
de aquellas tan humanas
que hallan en todas
partes acomodo,
y en cada frase de
entusiasmo ardiente,
hubo ovación creciente,
Se brindó por la
patria,por las flores,
por los castos amores
que hacen un valladar de
una ventana
y por esas pasiones
voluptuosas
que el fango del placer
llena de rosas
y hacen de la mujer la
cortesana.
Sólo faltaba un brindis,
el de Arturo,
el del Bohemio puro,
de noble corazón y gran cabeza;
aquel que sin ambages declaraba
que solo ambicionaba
robarle inspiración a la
tristeza,
Por todos estrechado,
alzó la copa
frente a la alegre tropa
desbordante de risa y de contento.
Los inundó en la luz de una mirada,
sacudió su pelo alborotado
y dijo así, con inspirado acento:
Brindo por la mujer, mas no por esa
En la que halláis consuelo en la tristeza,
rescoldo del placer ¡Desventurados!;
no por esa que os brinda sus hechizos
cuando besáis sus rizos
artificiosamente perfumados.
Yo no brindo por ella, compañeros,
siento por esta vez no complaceros,
brindo por la mujer, pero por una,
por la que me brindó sus embelesos
y me envolvió en sus besos:
por la mujer que me arrulló en la cuna.
Por la mujer que me enseñó de niño
lo que vale el cariño exquisito,
profundo y verdadero;
por la mujer que me arrulló en su brazos
y que me dio en pedazos
uno por uno, el corazón entero.
¡Por mi Madre! bohemios, por la anciana
que piensa en el mañana
como en algo muy dulce y deseado,
porque sueña tal vez, que mi destino
me señala el camino
por el que volveré pronto a su lado.
Por la anciana adorada y bendecida,
por la que con su sangre me brindó la vida,
y ternura y cariño;
por la que fue la luz del alma mía,
y lloró de alegría,
sintiendo mi cabeza en su corpiño.
Por ésa brindo yo, dejad que llore,
y en lagrimas desflore
esta pena letal que me asesina;
dejad que brinde por mi madre ausente,
por la que llora y siente
que mi ausencia es un fuego que calcina.
Por la anciana infeliz que gime y llora;
y que del cielo implora
que vuelva yo muy pronto a estar con ella;
por mi Madre, bohemios, que es dulzura
vertida en mi amargura,
y en esta noche de mi vida, estrella...
El bohemio calló; ningún acento
profanó el sentimiento
nacido del dolor y la ternura.
Y pareció que sobre aquel ambiente
flotaba inmensamente
un poema de amor y de amargura.
¿Qué es el beso?
Pregunta el mundo
¿Qué es el beso?
Preguntan todos ...
y yo respondo:
El beso es para mí,
Es comunión de labios
que olvidando los agravios,
la maldad y la traición.
Arranca del corazón,
con fuerza avasalladora
todo el amor que atesora.
Que si el amor es ciego,
deja su marca de fuego
en la mujer que se adora.
Besa el rico... Besa el pobre
Besa el bueno... Besa el malo
Besa el joven... ‘Y hasta el viejo besa.
Y hay quien besa de sorpresa
Para verter su veneno.
Besa de coraje lleno,
a la cruz de su facón,
el malévolo compadrón;
que vive entre celo y duda,
lo mismo que besó Judas,
incubando su traición.
Besa la mujer perdida,
al hombre que la ha salvado,
besa la cruz el sentenciado,
antes de perder la vida.
…..Y si una dama al pasar,
a un mendigo arroja una moneda
sin el beso no se queda,
la moneda que arrojó.
Se da un beso a la bandera,
que a la patria simboliza
y éste beso sintetiza
la más
ardiente quimera.
Yo juzgo el beso a mi manera,
y aunque a alguien no le cuadre,
que pa mi... pa mí,
no hay un beso que el alma
mas taladre, ni que cause
tanto amor...
el que se da con dolor,
al cadáver de una Madre.
Rafael de León
¿Te acuerdas de aquella copla?
¿que escuchamos aquel día?
sin saber quién la cantaba
¿ni de qué rincón salía?.
Que sentimiento, que voz;
creo que se nos saltaron
las lágrimas a los dos.
"Toito te lo consiento,
menos faltarle a mi 'Madre ”.
No vayas a creerte que esto
va con intención;
pués sabes que por ti,
tengo clavado en el corazón,
el querer más puro y bueno
que ningún hombre sintiera,
por la que Dios, uno y Trino,
le diera por compañera;
pero me gustó la copla,
y entra bien por “soleares”.
"Toito te lo consiento
menos faltarle a mi “Madre".
Y me he enterado casualmente,
de que tú le faltaste ayer,
y nadie me lo ha contado,
pero yo lo sé;
que tengo mis amores
entre dos cariños repartidos,
que si encuentro a uno llorando,
es que el otro lo ha ofendido;
y mira nunca me canso
de tus caprichos constantes;
quieres un vestido? ¡Catorce!,
quieres un reloj? de brillantes!;
ni me importa que la gente
vaya de mí murmurando:
que si soy patí un muñeco,
que si me has quitado el mando,
que si en la diestra y la siniestra,
tienes un par de agujeros,
por dónde se van en baños,
los ríos de mi dinero,
que con tal de que a mi vera
tú jamás te me separes.
"Toito” te lo consiento
menos faltarle a mi Madre.
Porque ese mimbre de luto
que no levanta la voz,
que en seis años no ha tenido
contigo ni un sí ni un no,
que ni gime ni suspira,
que se le llenan de gloria
los ojos cuando nos mira,
que en las cancelas del hijo,
consumió en su juventud, cuando era:
40 veces, mucho más guapa que tú.
Tienes que darte cuenta,
que la viste en los altares
y ponerte de rodillas
antes de hablarle a mi Madre;
con que a ver si en tú conciencia,
se aprende ésta copla mía,
muy semejante a aquel canto,
que escuchamos aquel día,
sin saber quién la cantaba
ni de qué rincón salía.
"A la Madre de mi alma,
la quiero desde la cuna;
por Dios, no me avasalles,
que Madre, no hay más que una,
y a tí, a tí, te encontré en la calle".
A LA SOMBRA DE MI MADRE
Canta: Leo Dan
Todos tienen una Madre
Ninguna como la mía
Que arde como lucecita
Haciéndome compañía.
La vieran dentro mi rancho
sencillita como es ella
Y sus ojitos se apagan
Como el fulgor de una estrella.
Yo le pido a Dios rezando
Que mi mamá no se muera
Que viva dentro mi rancho
Como estampita si quiera.
(Hablado)
Si alguna vez Madrecita
Tú te me vas para el cielo
Llévame Madre querida
No me dejes,
Yo te quiero.
Pero su sombra me alcanza
Como bendición divina
Es el ángel de la guarda
De mi vida peregrina
Sombra del árbol plantado
En el patio solariego
Retoño fiel que traduce
La voluntad de mis ruegos.
Yo le pido a Dios rezando
Que mi mamá no se muera
Que viva dentro mi rancho
Como estampita si quiera.
MADRE: HAY UNA SOLA
Canta: Julio Jaramillo
Vagando antiguas locuras
y ahogando mi triste queja
volví a buscar en la vieja
aquellas ondas ternuras
que abandonado dejé.
Al verme nada me dijo
por mis torpezas pasadas
palabras dulcificadas
de amor por el hijo
tan sólo escuché.
Besos y amores
amistades bella farsa
y rosadas ilusiones
que en el mundo
hay a montones
por desgracia.
Madre hay una sola
y aunque un día la olvidé
me enseñó al final la vida
y a ese amor hay que volver.
Que nadie venga arrancarme
del lado de quién me adora
de quién confié vive y llora
se esfuerza por consolarme
de mi pasado dolor.
Las tentaciones son vanas
para burlar su cariño
para ella siempre soy niño
benditas sus canas,
bendito su amor.
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